Desde Santiago de Chile, viajar a los territorios ocupados palestinos, implica una jornada de al menos 20 horas de vuelo. Combinando el tramo Santiago-Roma. Luego, despegar desde la capital italiana y aterrizar en Tel Aviv, una de las puertas de entrada, para asi tomar rumbo a Cisjordania, destino principal de este periplo.Desde el momento en que se pisa este suelo milenario, ubicado en Oriente Medio, sujeto a la ocupación y dominio israelí, la emoción de mis acompañantes, gran parte de ellos miembros de la comunidad Palestina de Chile - ciudadanos chilenos cuyo origen familiar hunde sus raíces en las localidades cisjordanas de Beit Jala, Beit Sahour y  Bethlemen, principalmente - se comienza a percibir con creciente intensidad. Esto, pues cada una de las injusticias cometidas contra la población palestina, sea esta musulmana o cristiana, es un dardo venenoso al corazón de los Garib, Jadue, Ebuid, Khamy, entre otros y un alerta a la conciencia de aquellos, que no siendo palestinos recorren esta zona y constatan los múltiples efectos de la ocupación israelí.
La ciudad de La Meca, sitio sagrado para los 1.400 millones de musulmanes, ha sido nuevamente escenario de una catástrofe de proporciones. La muerte de 1.300 peregrinos en una avalancha humana, puso nuevamente en el centro del debate la falta de una administración adecuada, de la escasa política de seguridad preventiva y el descontrol de las autoridades saudíes, para atender a millones de peregrinos que año a año visitan esta ciudad santa.En la localidad de Mina a cinco kilómetros al este de La Meca -  en el valle de Mina está el Puente Jamarat, ubicación precisa donde se realiza el ritual de la lapidación del diablo – Hach –  en la carretera que une el centro de La Meca con el Monte Arafat , la muerte de 1.300 peregrinos y las heridas de otros 3 mil enlutan a los millones de creyentes a lo largo del mundo.
El Imâm Abû Al-Hasan ‘Alî An-Naqî Al-Hâdî (P), décimo de los Inmaculados Imâmes de la Escuela Shî‘ah, a mediados del mes de Dhul Hiÿÿah del año 212 de la Hégira Lunar (827 d.C.), abrió sus ojos al mundo en un lugar llamado “Sarîâ”, en las afueras de Medina. Su padre fue el noveno de los Inmaculados Imâmes, Imâm Al-Ÿawâd (P) y su madre la honorable dama “Samânah”, mujer virtuosa y abstinente.
Este diálogo puede ser catalogado como un clásico contemporáneo de la relación y aproximación entre oriente - occidente. Temas puntuales en el universo islámico y en el diálogo interreligioso. A continuación presentamos esta conversación de la cual podemos profundizar más en la cosmovisión del Islam.
“El amor a la mujer es parte de la moral de los Profetas y que el aumento de la fe conlleva el aumento del amor por la mujer” (Corán: 49, 13) esto significa que el amor y el respeto profundo por la mujer implica un desarrollo espiritual y moral de parte del hombre, que si no lo posee seguramente abusará de la mujer, debido a la mayor fuerza masculina y a la bondad natural de ellas, este desarrollo espiritual y moral del hombre se lo logra  a través de la educación, el rescate de los valores morales, la riqueza de la sabiduría del saber, es decir todo aquello relacionado con el conocimiento que se lo gana a través de la lectura, del estudio y por sobre todo a través de una profunda reflexión espiritual.
Los musulmanes, la comunidad de Muhammad (SWS) han sentido desde siempre un vínculo emotivo intenso y una atracción inevitable hacia la figura y personalidad del Profeta del Islam, Muhammad Ibn Abdillah, las bendiciones de Allah sean sobre él y su Purificada Familia. Y dichos sentimientos han generado multitud de manifestaciones de reconocimiento en forma de qasidas, loas, hermosas caligrafías con su bendito nombre que adornan las mezquitas y los hogares de los musulmanes, muestras de amor en definitiva y además… celebrando colectivamente el aniversario de su nacimiento (mawlid).
El wahabismo que se confunde en el seno saudí con una práctica política y religiosa, es una doctrina intolerante con todas aquellas creencias, que no se subordinen a su visión del mundo y su interpretación del Corán. Un credo que señala como incompatible cualquier otra filosofía religiosa, que sea contraria a la interpretación salafista y que es considerada por el Wahabismo como una anatema.Esta visión de mundo, que hunde sus raíces en el siglo XVIII cuando el jeque Muhammad ibn Saud convirtió en ley fundamental de su dominio el catecismo de una secta fundamentalista sunní creada por Muhamad Ibn al Wahab - el Wahabismo - doctrina religiosa que encontrará en la Casa al Saud y su Monarquía el catalizador para tratar de expandir su ideología en el conjunto de la Umma.
La monarquía saudí participa activamente en la génesis, financiamiento y desarrollo de movimientos terroristas takfiríes: Daesh y el Frente Al-Nusra, fundamentalmente, con el objetivo de desestabilizar Oriente Medio. La agresión contra Siria e Irak llevada a cabo por movimientos terroristas takfiríes, las constantes violaciones a los derechos humanos de la población bahreiní por parte del régimen de Al Jalifa y los bombardeos indiscriminados contra la población civil en Yemen, para tratar de aplastar al Movimiento Popular Ansarolá, tienen un denominador común: la activa participación de la monarquía saudí en la génesis, financiamiento y desarrollo de estas acciones de desestabilización en Oriente Medio.Intervención que se expresa, ya sea en el financiamiento y apoyo material de los grupos salafistas, como también el liderar las acciones militares con tropas y medios aéreos contra los afanes libertarios de las poblaciones de sociedades regidas por regímenes aliados de la Casa al Saud.
 “El Imam atacó a sus enemigos. En la batalla recibió treinta y tres heridas de lanza y treinta y cuatro cortes de espada. Estaba cansado, sediento, hambriento y desconsolado. De pronto, escuchó un llanto. Apoyó su lanza en la silla de montar.” “Abu Al-Jutúf Ya’afa hirió la frente del noble Imam con una flecha que le rompió el hueso frontal. Quiso parar la sangre que manaba de la herida pero vio que era imposible. Se desató el cinturón y tomó el faldón de su camisa para tratar de taponar la herida de su frente, pero otra flecha de tres puntas envenenadas se le clavó en el pecho.
“A las 8.45 del 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos sufrió el peor ataque de su historia en su propio suelo por parte de sus enemigos extranjeros. Visto que los detalles de lo que sucedió ya son tan conocidos como los del 7 de diciembre de 1941 y los del 11 de septiembre de 1939, no me voy a extender sobre el número de aviones utilizados, la cantidad de víctimas mortales o las múltiples llamadas telefónicas de adiós por parte de seres queridos que viajaban en los aviones que los terroristas suicidas estrellaron en el World Trade Center y en el Pentágono. Lo que sí desearía hacer, ahora que me acerco al final de este libro, es formular una serie de puntillosas preguntas a nuestro Comandante en jefe, quien por haber sido designado por los amigos de papá (Bush) en el Tribunal Supremo, piensa que no tiene que responder a nada. Aquel día murieron 3.000 personas y hay algo en dicha tragedia que a mí y a un montón de gente más no nos acaba de cuadrar. Así que señor Bush, ¿podría aclararme estas cuestiones? 

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